Nos encontramos de lleno en el tiempo de Navidad y, en el comienzo de este nuevo año, la Iglesia nos presenta la figura de Maria en toda su grandeza: es la Madre de Dios.
En la Anunciación, María dijo sí a Dios, a la Palabra, que se encarnó en ella, y hoy la contemplamos presentando su Hijo a todos los que se le acercan.
El evangelio nos habla de los pastores, sólo ellos visitan a Jesús niño. Los pastores son los sencillos y los humildes de corazón, los pobres de espíritu, los abiertos y atentos a Dios desde su pequeñez. Sólo ellos pueden creer, reconocer la grandeza de aquel niño y anunciarlo con alegría.
Es necesario que también nosotros nos acerquemos a la Palabra encarnada, a Jesús, con simplicidad y sencillez, como los pastores, y dejemos que nos muestre la grandeza del misterio de Navidad.
El evangelio nos dice que “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. Este es uno de los rasgos más significativos de la personalidad de María. Era una muchacha reflexiva, de una gran capacidad de interioridad. María guardaba y meditaba en su interior todo aquello que procedía de Dios.
Que estos días de gozo y de fiesta sepamos, como María, entrar en nuestro interior para acoger, contemplar y dejarnos amar por la Palabra. Esta será una de las mejores maneras de empezar el nuevo año.
En la Anunciación, María dijo sí a Dios, a la Palabra, que se encarnó en ella, y hoy la contemplamos presentando su Hijo a todos los que se le acercan.
El evangelio nos habla de los pastores, sólo ellos visitan a Jesús niño. Los pastores son los sencillos y los humildes de corazón, los pobres de espíritu, los abiertos y atentos a Dios desde su pequeñez. Sólo ellos pueden creer, reconocer la grandeza de aquel niño y anunciarlo con alegría.
Es necesario que también nosotros nos acerquemos a la Palabra encarnada, a Jesús, con simplicidad y sencillez, como los pastores, y dejemos que nos muestre la grandeza del misterio de Navidad.
El evangelio nos dice que “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. Este es uno de los rasgos más significativos de la personalidad de María. Era una muchacha reflexiva, de una gran capacidad de interioridad. María guardaba y meditaba en su interior todo aquello que procedía de Dios.
Que estos días de gozo y de fiesta sepamos, como María, entrar en nuestro interior para acoger, contemplar y dejarnos amar por la Palabra. Esta será una de las mejores maneras de empezar el nuevo año.