viernes, 28 de febrero de 2014

EL PERDÓN DE DIOS



En pocas líneas es imposible poder reflejar todo lo que representa el sacramento de la Confesión o Reconciliación, como también se denomina y teniendo en cuenta, además, que es un sacramento que hoy está en crisis y mucha gente cuestiona incluso su celebración. Intentaremos dar unas pinceladas sobre el sentido de este sacramento en el cual celebramos el perdón de Dios.
El sacramento de la Reconciliación tiene que ser, más que un acto puntual, una actitud a lo largo de toda la vida. En nuestro andar hacia Dios, sea cual sea el lugar donde nos encontremos, nos damos cuenta muchas veces que no somos aquellas personas que Dios quiere que seamos. Ante esto, nos preguntamos sinceramente y en verdad qué podemos hacer. Es por ello que nos acercamos al sacramento, para recibir, una vez más, el perdón, la ternura y el amor de Dios. La Reconciliación es un sacramento de gozo, de fuerza, de triunfo. Dios nos perdona de todo lo que hemos podido hacer mal o de todo lo que hemos dejado de hacer; nos crea de nuevo. Nos da una nueva fuerza para ser más firmes, más valientes, para ser lo que Dios quiere que seamos. La Reconciliacióin nos hace más conscientes hijos del Padre, más conscientes continuadores de Jesús y nos hace abrir a la fuerza y a la luz del Espíritu Santo. Quien perdona es Dios y es Él quien nos da la fuerza para seguir adelante. Acerquémonos a Él sin miedo porque salimos de este sacramento renovados a pesar de que nos cueste reconocer nuestras carencias y nuestras flaquezas. Lo que es importante, por más que aparentemente no lo veamos, es reforzar nuestros vínculos con el Señor y con todos los hermanos y hermanas que nos rodean.


 

martes, 18 de febrero de 2014

SACERDOTES, PROFETAS Y REYES



Seguiremos profundizando en el sacramento del Bautismo para ser un poco más conscientes de lo que este sacramento obra en nosotros. Además de hacernos hijos e hijas de Dios, por el Bautismo somos sacerdotes, profetas y reyes. ¿Cómo podemos concretar esto en nuestra vida?

Somos sacerdotes cada vez que nos dirigimos a Dios y le presentamos nuestras inquietudes, ilusiones, dudas, preocupaciones, dificultades, alegrías... nuestras necesidades y las de todo el mundo. Cuando nuestra oración es universal y no nos centramos en nosotros mismos, estamos ejerciendo el sacerdocio que hemos recibido por el Bautismo.
Somos profetas cuando anunciamos, con nuestra vida, a la persona de Jesucristo, cuando somos consecuentes con nuestra condición de creyentes y vivimos en verdad, sin querer esconder ante los otros nuestra fe.
Somos reyes cuando sabemos dominar y acallar todo aquello que nos aparta de Dios, cuando somos dueños de nosotros mismos y de las circunstancias que nos rodean.
Jesús fue sacerdote, profeta y rey, hacia Él tenemos que mirar si de verdad queremos ser coherentes con el Bautismo que recibimos. Tomar conciencia de nuestro compromiso bautismal es todo un programa de vida. Intentemos profundizar en este sacramento y valorar el don que Dios nos ha hecho y nos hace por medio del Bautismo.

sábado, 8 de febrero de 2014

HIJOS E HIJAS DE DIOS



Después de haber dejado muy atrás el tiempo de Adviento y de Navidad, a lo largo de los cuales hemos ido caminando siguiendo el evangelio de cada domingo, empezamos una serie de nuevas entradas en nuestro blog. A partir de esta semana intentaremos profundizar en los Sacramentos. De una manera sencilla nos acercaremos a cada uno de estos signos, que actualizan y hacen visible la acción de Dios en nosotros y nos fortalecen en nuestra fe.

Empezamos con el sacramento del Bautismo, que es el que nos introduce en la vida de la fe y del seguimiento de Jesucristo. De hecho, la mayoría de los creyentes no recordamos cuando fuimos bautizados, no éramos conscientes de ello. Lo hemos ido descubriendo después, poco a poco; ir profundizando en el bautismo es un trabajo de toda la vida. Vivir el compromiso del bautismo es la gran vocación a la cual estamos llamados todos los bautizados.
En primer lugar, el bautismo nos hace hijos e hijas de Dios. Nuestro modelo es la persona de Jesús, y nos puede ayudar el hecho de preguntarnos cómo vivía Él su relación con el Padre. Jesús pasaba horas de intimidad con el Padre, se relacionaba con él con sencillez y con proximidad, y nos enseña a nosotros a relacionarnos con él. El Padre era el centro del mensaje de Jesús.
También nosotros, hechos hijos de Dios por bautismo, tenemos que adentrarnos en el amor y la ternura del Padre y llegar a la convicción firme de que nos ama infinitamente. Cómo Jesús, tenemos que tener la firme certeza de que nos encontramos en las manos del Padre, que siempre nos está ofreciendo su amor, su comprensión, su ternura, su perdón, su seguridad... y, como consecuencia, tratar a los demás como hermanos y hermanas nuestros. Este es el primer compromiso como bautizados, que podemos vivir fijando nuestros ojos en Jesús.