martes, 7 de septiembre de 2010

EL SILENCIO

En estas entradas dedicadas a la oración iremos tratando diferentes aspectos para que el tiempo que le podamos dedicar sea de verdad un auténtico y vivo encuentro con Dios.
No podemos ponernos a hacer oración sin una preparación previa. Uno de los primeros aspectos a tener en cuenta en el momento de querernos adentrar en la oración es el silencio, tanto el silencio externo como el interno.
Cuando nos queremos poner a orar, es muy importante buscar un lugar donde nos encontremos a gusto y donde haya silencio. Puede ser una capilla, mi propia habitación, otro rincón de la casa, un espacio al aire libre... También debemos procurar encontrar una postura de nuestro cuerpo que sea cómoda. Es muy importante asegurar que haya silencio porque es muy difícil poder captar la voz de Dios en medio de ruidos, de barullos, de palabrería. Cuando tenemos ganas de hablar con un amigo en un clima de confianza, buscamos que nada ni nadie nos estorbe. Del mismo modo, hace falta que haya silencio en nuestro entorno para poder encontrarnos con Dios y escuchar su Palabra.
Un a vez conseguido esto, hace falta tener en cuenta el silencio interno. El silencio interno consiste en hacer silencio dentro de nosotros mismos, en dejar de lado todas aquellas voces interiores (proyectos, preocupaciones, recuerdos...) con el fin de poner toda nuestra atención en escuchar qué nos dice Dios a través de su Palabra. No se trata tanto de luchar contra todo aquello que venga a nuestra mente sino de dejarlo de lado (ya nos ocuparemos de ello en otro momento) y poner todo el acento a dejar resonar en nuestro interior aquellas palabras del Evangelio o de un salmo que hemos escogido para poder escuchar la voz de Dios.
No nos desanimemos si muchas veces no conseguimos hacer silencio dentro de nosotros en el momento de la oración. No es fácil, pero Dios acoge nuestro esfuerzo y se complace cuando lo buscamos. Debemos ser constantes, que Él siempre se deja encontrar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario