Varias veces hemos hablado en este blog de orar, de hacer oración, de escuchar y reflexionar la Palabra de Dios. Queremos dedicar algunas entradas a este tema, apasionante y cautivador a la vez.
Adentrarse en los caminos de la oración es como empezar una aventura, el objetivo de la cual no es otro que responder a la invitación que Dios dirige a cada uno de nosotros, una invitación a dialogar con Él, a escucharlo, a hablarle, a poner en sus manos todos nuestros anhelos, deseos, inquietudes, dificultades, alegrías... y a recibir por su parte una respuesta de amor y de amistad, vivida en lo más íntimo de nosotros mismos.
La oración es iniciativa de Dios, que pone en el interior de cada persona este profundo deseo de diálogo y de comunicación. Estamos creados para la comunión, no para la soledad ni el aislamiento. Crecemos y nos desarrollamos gracias al trato con los demás, gracias al diálogo y a la comunicación con las personas que nos rodean. Escuchar y ser escuchados, amar y ser amados, acoger y ser acogidos nos ayuda a vivir en plenitud y a ser felices, a estar bien con nosotros mismos y con los demás. ¿Como no nos ha de ayudar a ser más felices todavía sabernos y sentirnos acogidos, escuchados, amados por Dios, nuestro Creador? Y más aún: este mismo Dios nos invita incansablemente a establecer con Él una relación de comunicación, de diálogo, de amistad y de amor.
La oración no es otra cosa que aceptar esta invitación, corresponder aportando a la vez nuestra apertura. Nuestras capacidades y, en definitiva, nuestra vida.
Os invitamos, pues, a recorrer con nosotras los caminos de la oración. A compartir ilusiones y también dificultades, a adentrarnos en esta fascinante aventura de la relación con Dios que es también relación con los hermanos.
Adentrarse en los caminos de la oración es como empezar una aventura, el objetivo de la cual no es otro que responder a la invitación que Dios dirige a cada uno de nosotros, una invitación a dialogar con Él, a escucharlo, a hablarle, a poner en sus manos todos nuestros anhelos, deseos, inquietudes, dificultades, alegrías... y a recibir por su parte una respuesta de amor y de amistad, vivida en lo más íntimo de nosotros mismos.
La oración es iniciativa de Dios, que pone en el interior de cada persona este profundo deseo de diálogo y de comunicación. Estamos creados para la comunión, no para la soledad ni el aislamiento. Crecemos y nos desarrollamos gracias al trato con los demás, gracias al diálogo y a la comunicación con las personas que nos rodean. Escuchar y ser escuchados, amar y ser amados, acoger y ser acogidos nos ayuda a vivir en plenitud y a ser felices, a estar bien con nosotros mismos y con los demás. ¿Como no nos ha de ayudar a ser más felices todavía sabernos y sentirnos acogidos, escuchados, amados por Dios, nuestro Creador? Y más aún: este mismo Dios nos invita incansablemente a establecer con Él una relación de comunicación, de diálogo, de amistad y de amor.
La oración no es otra cosa que aceptar esta invitación, corresponder aportando a la vez nuestra apertura. Nuestras capacidades y, en definitiva, nuestra vida.
Os invitamos, pues, a recorrer con nosotras los caminos de la oración. A compartir ilusiones y también dificultades, a adentrarnos en esta fascinante aventura de la relación con Dios que es también relación con los hermanos.