Vamos penetrando en el
tiempo pascual y, en este tercer domingo, la Iglesia nos invita a escuchar y a
reflexionar este admirable texto del evangelista san Lucas.
Jesús se hace compañero
de camino de los dos discípulos que se dirigen hacia Emaús tristes,
desesperanzados y desanimados por la muerte de Jesús. Jesús mismo “se puso a
caminar con ellos”. Los acompaña en su itinerario y los invita a
hablar, a compartir con Él su tristeza, sus dudas, su desesperanza…
Los dos discípulos están ofuscados y desorientados y Jesús empieza a explicarles las Escrituras para iluminar su oscuridad. Los dos se abren plenamente a la Palabra explicada por Él y, poco a poco, las tinieblas y las dudas de su corazón se van disipando e iluminando.
Los dos discípulos están ofuscados y desorientados y Jesús empieza a explicarles las Escrituras para iluminar su oscuridad. Los dos se abren plenamente a la Palabra explicada por Él y, poco a poco, las tinieblas y las dudas de su corazón se van disipando e iluminando.
Cuando parte el pan, los
discípulos lo reconocen. No pueden esperar más y se van en aquel mismo momento
a comunicar a los demás discípulos que se han encontrado con el Señor
Resucitado. Para ellos, su encuentro con Jesús por medio de la Palabra y de la
Eucaristía ha sido fuente de gozo y de alegría, y ha devuelto la paz a sus
corazones. No pueden hacer otra cosa que anunciarlo a los hermanos y ser
testigos convencidos y entusiastas.
Muchas veces avanzamos a ciegas en nuestro camino; el desánimo y la confusión
se ponen a nuestro lado pero, ante ello, tenemos que pensar que ha sido Jesús
quien se ha puesto a nuestro lado mucho antes y se ha hecho nuestro compañero
de camino. Como los dos discípulos, hemos de hacer el esfuerzo de abrir los
ojos y el corazón a su Palabra y, con toda seguridad, lo podremos reconocer en
los Sacramentos y en los hermanos.
Con
esta actitud de apertura y de disponibilidad, vayamos recorriendo el camino
pascual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario