Poco a poco, vamos llegando a la última etapa del
tiempo pascual.
Con el fin de entender un poco más el evangelio de
este sexto domingo de Pascua, lo tenemos que situar en su contexto; Jesús se
despide de los discípulos en la último Cena, antes de su Pasión, Muerte y
Resurrección. Jesús les dice que se va pero les promete otro Defensor, que
sabemos que es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo hará con los discípulos lo
que Jesús ha hecho hasta aquel momento: guiarlos, iluminarlos, ayudarlos,
consolarlos, estimularlos, animarlos... Jesús se va pero les asegura que
volverá: volverá a estar con ellos, aunque de una forma nueva y diferente; lo
captarán vivo y presente desde la fe.
“Aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi
Padre, vosotros en mí y yo en vosotros”. Por la fe sabemos que Jesús
resucitado está con el Padre, y también en nosotros. Para que esta fe sea cada
vez más madura y llena de convicción debemos “guardar sus mandamientos”:
acoger el evangelio, reflexionarlo, vivirlo. Y no como una tarea pesada o impuesta,
sino como una respuesta resuelta y dichosa a la invitación que nos hace el
mismo Jesús: “Si me amáis…”
Con estos sentimientos, terminemos de recorrer
estas últimas semanas del tiempo pascual.
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