jueves, 27 de enero de 2011

ACTITUDES PARA LA ORACIÓN


Después de este paréntesis del tiempo de Adviento y de Navidad, volvemos a retomar el tema de la oración. Ya habíamos visto unos cuantos aspectos. Hoy nos fijaremos en una serie de actitudes que tendríamos que ir incorporando a nuestra oración personal. No son ideas abstractas sino actitudes personales en nuestro trato con el Señor. Hoy veremos dos que nos podemos ayudar en el momento de ponernos a la presencia de Dios para tener un rato de trato don Él.

- Sencillez y transparencia: debo presentarme delante de Dios tal y como soy, con mi deseo de crecer y de ser mejor, y también con mis debilidades y mis flaquezas. Él me conoce mejor que yo mismo y me acoge, me ama, me alienta a seguir adelante y me ofrece su ayuda. Si me pongo en su presencia con toda sinceridad y transparencia, por más débil que sea, Él me hará notar su Paz y su Amor.

- Confianza: en la oración me encuentro con Dios que me ama como nadie, que me comprende, me perdona, me anima, me ofrece su gozo y su paz, quiere ser el gran Compañero de camino... Por tanto, puedo ir a Él confiadamente, puedo abandonarme con toda seguridad y confianza en sus manos porque Él es Amor y sólo quiere mi bien y mi crecimiento.

Con esta certeza y con esta seguridad puedo ponerme bajo la mirada de Dios, puedo estar en su presencia escuchando y reflexionando su Palabra sabiendo que soy acogido y comprendido tal y como soy, con todo el que en aquel momento concreto estoy viviendo.
Intentemos hacer nuestras estas actitudes si queremos disfrutar de la presencia de Dios en nuestra vida.

miércoles, 5 de enero de 2011

"ESTE ES MI HIJO, EL AMADO"

Con el domingo del Bautismo del Señor acabamos este hermoso tiempo de Navidad, dos semanas a lo largo de las cuales hemos podido contemplar, con diferentes matices, el Misterio de Jesús hecho hombre, la grandeza de la proximidad de Dios hacia nosotros hasta hacerse uno de nosotros. Hoy, el evangelio, para cerrar estos días, nos presenta el bautismo de Jesús en el río Jordán. Muchas personas se acercaban a Juan Bautista para hacerse bautizar; no era un bautismo como el que entendemos ahora nosotros sino un bautismo penitencial, es decir, una manera de reconocer las propias infidelidades y debilidades ante Dios y de pedir perdón. El bautismo de Juan tenía este cariz de penitencia, de perdón de los pecados. Por esto todavía es más admirable y sorprendente que sea Jesús, aquel que siempre fue fiel a Dios, hizo su voluntad y siguió sus caminos, quien se presente para ser bautizado. Por esto Juan exclama: “¿Y tú acudes a mí?”. Jesús se ha identificado tanto con la persona humana que quiere abajarse hasta el extremo; él, que nunca cometió ninguna infidelidad, pide, como los hombres y mujeres de su tiempos, el bautismo de Juan. Con el bautismo se inicia la vida pública de Jesús, a partir de ahora empezará a recorrer los caminos de Galilea anunciando el Reino de Dios y proclamando el amor del Padre hacia nosotros.
Este año, con la ayuda del evangelista san Mateo, iremos contemplando domingo tras domingo, los pasos de Jesús. El texto de hoy nos estimula a ello: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. Permanezcamos abiertos a su mensaje y a su Palabra.