Como los otros
años, os invitamos a recorrer con nosotras los cincuenta días del tiempo
pascual a partir del evangelio de cada domingo. Adentrarnos en la Palabra de
Dios nos ayudará a conocerlo un poco más, a escucharle, a tratarle y a
anunciarle con nuestra vida. Empecemos, pues, este recorrido.
En este II domingos de Pascua, vemos a los discípulos asustados, aterrorizados y con “las puertas cerradas”, no sólo las puertas de casa sino sobre todo las de su corazón y de su mente. Pero es el mismo Jesús quien rompe las barreras y destruye todos los obstáculos y “se puso en medio”. Jesús se hace presente en medio de la comunidad de los discípulos acobardados y los ofrece su paz: “Paz a vosotros”, una Paz que significa muchas cosas: amor, amistad, ternura, perdón, seguridad, firmeza, alegría, gozo...
Pero Tomás no se encontraba en aquel momento con los demás y no puede disfrutar de la presencia viva de Jesús. No se lo cree, no ha compartido con ellos y duda. Al cabo de ocho días, estando todos juntos, Jesús se vuelve a manifestar. Tomás, que esta vez sí se encuentra con todos los discípulos, participa de su misma experiencia, reconoce a Jesús y por esto puede exclamar: “¡Señor mío y Dios mío!”
En este II domingos de Pascua, vemos a los discípulos asustados, aterrorizados y con “las puertas cerradas”, no sólo las puertas de casa sino sobre todo las de su corazón y de su mente. Pero es el mismo Jesús quien rompe las barreras y destruye todos los obstáculos y “se puso en medio”. Jesús se hace presente en medio de la comunidad de los discípulos acobardados y los ofrece su paz: “Paz a vosotros”, una Paz que significa muchas cosas: amor, amistad, ternura, perdón, seguridad, firmeza, alegría, gozo...
Pero Tomás no se encontraba en aquel momento con los demás y no puede disfrutar de la presencia viva de Jesús. No se lo cree, no ha compartido con ellos y duda. Al cabo de ocho días, estando todos juntos, Jesús se vuelve a manifestar. Tomás, que esta vez sí se encuentra con todos los discípulos, participa de su misma experiencia, reconoce a Jesús y por esto puede exclamar: “¡Señor mío y Dios mío!”
Es normal que
nosotros, como Tomás, dudemos muchas veces y vacilemos en nuestra fe pero, con el
apoyo, la ayuda y el soporte de nuestra comunidad de creyentes debemos seguir
andando sin desanimarnos. Intentemos vivir y celebrar nuestra fe compartiendo
con los demás y notaremos como Él se hace presente entre nosotros. ¡Vivámoslo en
esta Pascua!
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