Este es el grito
que los discípulos de Jesús desperdigaron por todas partes una vez hubieron
descubierto que su Maestro, aquel a quien habían seguido, admirado y amado, a
quien habían visto crucificado, estaba realmente vivo, había resucitado y
estaba presente en medio de ellos, de una manera nueva y diferente, pero real y
para siempre.
Aquel a quien
habían acompañado por los caminos de Galilea, a partir de ahora, los
acompañaría a ellos en su propio camino: en el camino del anuncio dichoso del
evangelio.
El gozo del
encuentro con Jesús Vivo fue inmenso e indescriptible, y esta experiencia, la
certeza de la Resurrección de Jesús, fue la fuerza y el impulso para lanzarse a
anunciar esta buena noticia por todo el mundo: “¡Jesús vive!”
Esta realidad es
la que cada uno de nosotros estamos llamados a vivir en la celebración de la
Pascua. Es necesario que tengamos la seguridad de que está siempre a nuestro
lado, que hace camino con nosotros, que es Alguien que comparte nuestra propia existencia y que
siempre nos está ofreciendo su amor y su amistad.
Que, como los
discípulos, esta seguridad nos haga exultar de alegría y nos ayude a anunciar
por todas partes lo que es el centro y el núcleo de nuestra fe.
¡Desde estas líneas os deseamos a todos y a todas una gozosa Pascua!
¡Desde estas líneas os deseamos a todos y a todas una gozosa Pascua!
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