Llegamos al quinto
domingo de Cuaresma, casi al final de nuestro trayecto para llegar a la Pascua.
El evangelio empieza interpelándonos en lo más profundo de nosotros mismos: “Quisiéramos
ver a Jesús”. Este es el deseo inscrito en el interior de cada persona,
aunque muchas veces sin saberlo: “ver”, es decir, descubrir, conocer, amar,
seguir... a Jesús.
Jesús invita a seguirlo
con todas las consecuencias: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Si de verdad queremos
vivir la vida de Jesús, sea donde sea el lugar en que nos encontremos, hemos de
estar dispuestos a entregarnos, a dar todo lo que tenemos de nosotros mismos y
a ponerlo a disposición de los demás; hemos de servir al estilo de Jesús,
abriéndonos a Él y a todas las personas que nos necesitan.
Cada uno de nosotros
podemos ser este grano de trigo que, como Jesús, se da con generosidad y
disponibilidad.
Con estas actitudes,
acabemos de recorrer los últimos días de Cuaresma, dispuestos a celebrar con gozo
la Pascua, ya tan cercana.
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