Como siempre, el
evangelio del segundo domingo de Cuaresma, nos presenta la Transfiguración de
Jesús. Intentemos penetrar un poco en este texto.
Jesús se lleva los
discípulos, desanimados y desconcertados por el reciente anuncio de la Pasión
de su Maestro y Amigo, hacia una montaña alta. Allá, lejos del ruido y del
bullicio, les ayuda a descubrir un poco más quién es Él, se les da a conocer
más profundamente, a hacer experiencia. Finalmente, la voz del Padre los invita
a hacer suya una actitud: “Escuchadlo”.
La experiencia de los
discípulos a la montaña también tiene que ser nuestra propia experiencia.
También, como Pedro, Santiago y Juan, somos invitados, dentro de las
actividades y preocupaciones de cada día, a buscar un lugar y un espacio de
silencio, de reflexión y de oración donde podamos ir captando, poco a poco, la
persona de Jesús y todo lo que nos ofrece: su amistad, su amor, su apoyo, su
ayuda... su misma vida. También somos invitados a escucharlo, por medio de su
Palabra, y a través de todas las personas que se acercan a nosotros.
Intentemos vivirlo a lo largo de esta Cuaresma para
poder llegar con gozo a la próxima Pascua.
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