Un año más nos
encontramos en el tiempo de Cuaresma, recibámoslo como un don y como una nueva
oportunidad para reafirmar nuestro compromiso como creyentes, y para dirigir,
más intensamente, nuestra vida hacia Dios y hacia los demás.
La Cuaresma es un camino
hacia la vida, hacia la próxima Pascua, en la cual celebraremos el triunfo de
Jesucristo sobre la muerte. Por eso es importante que, a lo largo de estos
cuarenta días, tengamos la mirada fija en lo que celebraremos al final de este
recorrido: Jesucristo Resucitado vive por siempre entre nosotros y nos ofrece
constantemente su amistad y su amor.
El primer domingo de
Cuaresma, el evangelio nos invita a contemplar a Jesús en el desierto, tentado
por todo aquello que lo quiere apartar de su misión y de su adhesión
incondicional al Padre. A pesar de que, en muchos momentos de su vida, Jesús
tuvo que vivir el desierto de la incomprensión, de la soledad, del abandono...
siempre puso su confianza en las manos del Padre y no se dejó llevar por el
desaliento ni por el desánimo.
Él mismo nos invita a convertirnos,
es decir, a dirigir toda nuestra persona hacia Dios, a deshacernos de todo
aquello que nos aparta de Él y que también nos aleja de los hermanos.
Que este tiempo de Cuaresma nos ayude a ir dejando
atrás todo lo que nos frena en nuestro caminar, para poder llegar a celebrar la
Pascua con una verdadera actitud de compromiso.
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