viernes, 28 de marzo de 2014

JESÚS, LA LUZ VERDADERA



El evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma nos presenta la curación del ciego de nacimiento.
Este texto es el relato de muchos momentos de nuestra propia historia. Cuántas veces, como el ciego, Jesús ha iluminado nuestra persona y nuestra vida cuando caminábamos en la duda, en la desorientación, en la oscuridad...
Y con su luz volvió a nosotros la alegría y la paz.
Hemos de tener siempre la actitud del ciego, de apertura, de humildad, de docilidad, para que el Señor pueda seguir iluminándonos.
Jesús pide al ciego: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?”. Dejemos que en el silencio también nos lo pida a cada uno de nosotros: “¿Crees en mí?”.
La respuesta del ciego es humilde y sincera, desde lo más íntimo de su ser: “Creo, Señor”. Que nuestra respuesta, como la del ciego, nazca desde lo más profundo de nosotros; que le digamos con el corazón y la vida: “Creo en ti, Señor”.
El ciego “se postró ante Él”. Ante las obras de Dios, de sus dones, de su amor, de su bondad... reconozcámoslo, démosle gracias, amémosle, entreguémonos dichosa y confiadamente a Él.
Con este espíritu sigamos caminando por la ruta de la Cuaresma.

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