El siguiente paso en la
celebración de la Eucaristía es la Consagración. Las palabras de la
Consagración expresan la voluntad de Jesús de que todos deseemos tomar y comer
su propia Persona porque quiere ser el centro de nuestra vida y la fuente de
nuestra felicidad. Jesús es la plenitud de la vida y nos invita a participar de
su misma vida. Por eso nos insiste a alimentarnos de Él mismo con su Persona Eucarística:
“Tomad y comed todos”.
Es deseo de Dios que
entremos dentro de los sentimientos de Jesús siempre, pero de una manera
especial en aquel momento de la Cena en que quiso quedarse con nosotros antes
de su Muerte y Resurrección; momento que sacramentalmente actualizamos tantas
veces como el sacerdote consagra el pan y el vino: “Haced esto en memoria
mía”.
Podemos imaginarnos a Jesús
en la última cena siendo consciente de lo que aquello significaba para sus
discípulos, para Maria, su madre, y para todo el mundo.
Intentemos, en la celebración
de la Eucaristía, contemplar a Jesús en aquel momento eterno, y penetrar en lo
más íntimo de su ser.
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