Después de este largo
paréntesis, que ha ido desde el comienzo de la Cuaresma hasta el final del
tiempo Pascual, volvemos a retomar nuestro blog. En el mes de febrero habíamos
empezado a publicar una serie de entradas sobre los sacramentos. Después de
haber visto los sacramentos del Bautismo y de la Reconciliación, seguiremos
adentrándonos en este tema intentando profundizar, a partir de ahora y poco a
poco, en el sacramento de la Eucaristía. Paso a paso iremos penetrando en él para
descubrir todo lo que Dios nos ofrece por medio del don que nos hace de Él
mismo. Quedémonos hoy sólo en la introducción.
Cuando participamos en la
Eucaristía, encontramos dos partes muy diferenciadas: la Palabra y la
Eucaristía. Es el mismo Dios quién nos convoca a celebrar en comunidad, junto
con todos los hermanos y hermanas, y nos llama a reunirnos de forma festiva y
alegre en su banquete: nos invita a abrirnos a su Palabra y a alimentarnos de
su misma persona. Por eso, un canto gozoso y alegre abre la celebración.
El sacerdote que preside
saluda al pueblo reunido, expresando su deseo de que, a lo largo de la
celebración, todos y cada uno de los fieles puedan experimentar en su vida la
presencia de Dios: “El Señor esté con vosotros”. Con nuestra respuesta: “Y
con tu espíritu”, expresamos el mismo deseo hacia el sacerdote que preside.
Que todos, en la Eucaristía, lleguemos a captar y a vivir una experiencia
auténtica de Dios en nuestra vida.
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