Hemos llegado al final de nuestro itinerario. Hemos
recorrido los cuarenta días de Cuaresma y, después, los cincuenta días de
Pascua. A lo largo de todas estas semanas, hemos intentado abrirnos, día tras
día, a lo que Dios nos quería comunicar por medio de su Palabra.
Con el domingo de
Pentecostés se cierra este hermoso tiempo pascual. En el evangelio de hoy vemos
a los apóstoles reunidos, Jesús vivo se hace presente en medio de ellos y les
dice: “Recibid el Espíritu Santo”. El Espíritu Santo es quien nos guía en
nuestro camino hacia Dios; es la fuerza que nos empuja a superar los obstáculos
para mantenernos fieles al Evangelio; es quien hace renacer en nosotros la
ilusión y el deseo de seguir eligiendo a Jesús cada día a pesar del desaliento
o el cansancio; es quien nos ayuda a perdonar, servir, amar a los demás; es
quien nos va iluminando la persona de Jesús y nos impulsa a darlo a conocer a
nuestros hermanos. El Espíritu Santo puede renovar y transformar profundamente
nuestras vidas. Por esto Jesús dice a los discípulos y también a nosotros: “Recibid
el Espíritu Santo”. Recibidlo, abríos a Él, acogedlo, sed dóciles a su luz,
dejaos conducir por Él.
Que la alegría y el gozo de todo este tiempo pascual estén presentes en cada uno de nosotros, no sólo estos días sino siempre.
Abiertos
al Espíritu, sigamos nuestro camino como creyentes y seguidores de Jesucristo.
Que la alegría y el gozo de todo este tiempo pascual estén presentes en cada uno de nosotros, no sólo estos días sino siempre.
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