Vamos llegando al final
del tiempo pascual, seguimos escuchando y reflexionando las palabras de Jesús en
el contexto de la último cena, como las palabras de despedida dirigidas a sus
discípulas y, por lo tanto, a todos nosotros.
En el evangelio de
este domingo se agrupan numerosas ideas que nos pueden ayudar a estrechar nuestra
relación con Jesús. Nos quedamos con una de ellas: Jesús nos ofrece su paz, el
regalo, el don de la paz. Una paz que no es tan sólo la ausencia de guerra, de
tensiones, de peleas... El mismo Jesús nos dice que su paz no es “como el mundo la da”. La paz de Jesús
es, sobre todo, el don que nos hace de Él mismo. Se nos da Él mismo para
compartir nuestra vida, nuestro camino, nuestras dificultades, ilusiones, esperanzas,
expectativas… Él es nuestra Paz.
Que sepamos
valorar y apreciar el don que Jesús nos hace de Él mismo para estar a nuestro lado
por siempre. Por dificultades y obstáculos que podamos encontrar en nuestro
camino, tenemos la certeza de que no estamos solos.
Que nuestra paz, nuestra alegría, nuestra ilusión, el sentido de nuestra vida lo sepamos encontrar en Él mismo. Este tiempo pascual nos lo vuelve a recordar y nos anima a vivirlo.
Que nuestra paz, nuestra alegría, nuestra ilusión, el sentido de nuestra vida lo sepamos encontrar en Él mismo. Este tiempo pascual nos lo vuelve a recordar y nos anima a vivirlo.
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