viernes, 12 de marzo de 2010

"SU PADRE LO VIÓ Y SE CONMOVIÓ"


En el cuarto domingo de Cuaresma nos encontramos en el evangelio con la entrañable parábola del hijo pródigo. Os invitamos a escucharla y a leerla como si fuera la primera vez que lo hacemos, dejándonos impresionar por cada aspecto de esta profunda parábola e intentando situarnos en el interior de cada uno de los personajes.

El mensaje que Jesús quiere dar a sus contemporáneos y hoy a nosotros es muy claro: el Padre es un padre que ama entrañablemente a sus hijos por más que se hayan apartado de él o que se hayan distanciado. Delante de la actitud del hijo pequeño, la reacción del padre es conmovedora impresionante: espera constantemente la llegada de su hijo, no pregunta nada, no quiere explicaciones, no cuestiona, no juzga... al contrario, recibe con una alegría inmensa al hijo alejado y degradado que vuelve, celebra una fiesta en su honor, le devuelve la dignidad de hijo perdida... todo queda borrado y perdonado. Es mucho mayor la alegría de haber recobrado al hijo que no lo que haya podido hacer.
Como contraste, el hermano mayor no lo entiende: ¿por qué el padre está actuando así? ¿no se merecería su hermano pequeño un buen castigo y una buena condena por lo que ha hecho? El hermano mayor no ha entendido nunca lo que le dice su padre: “todo lo mío es tuyo”; ha vivido siempre a su lado y no ha sabido valorar ni ha apreciado suficientemente la amorosa presencia de su padre.
De esta manera actúa Dios, como el padre de la parábola. Un Dios sorprendente y maravilloso que siempre nos espera, que no juzga, que acoge, que perdona, que ama incansablemente y que nos invita a hacer fiesta para cada uno de nuestros hermanos que vuelven al hogar.
Con la mirada puesta en el amor y la ternura del Padre que Jesús nos descubre y nos revela, vamos caminando hacia la Pascua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario