lunes, 18 de enero de 2010

LA ALEGRÍA


A lo largo de estas últimas semanas, hemos intentado penetrar un poco más, gracias a los textos del evangelio, en el tiempo de Adviento y de Navidad. Ahora volvemos a coger el hilo de la espiritualidad de san Francisco y de santa Clara, que es también la nuestras, y que habíamos dejado en el apartado de la fraternidad.
Hemos ido viendo diferentes aspectos de esta espiritualidad: la vivencia del evangelio, el seguimiento de Jesucristo, la pobreza, la fraternidad… Toda una serie de aspectos que van conformando este estilo de vida, siempre al servicio de Dios y de los hermanos. Todo esto fue en Francisco y en Clara motivo de gozo y de alegría, una alegría que procede de lo más profundo de nosotros mismos y que sólo Dios puede dar, hasta el punto de que la alegría también se convertirá en una de las características distintivas de la espiritualidad franciscana. Veámoslo.
En aquel momento de la época medieval, surgían otros grupos que querían vivir un estilo de vida pobre pero la hacían de una forma triste y casi forzada; se relacionaba pobreza con infelicidad; la riqueza, en cambio, con la felicidad y la alegría. Francisco quiere unificar –y así lo hace- el ideal de vida de pobreza con la alegría auténtica; la alegría no ha de estar en absoluta reñida con la pobreza, se puede ser pobre y ser profundamente feliz: lo mismo vivirá Clara.
Para ellos, la alegría verdadera es la que se fundamenta en el Señor. Sólo Él es la auténtica fuente de gozo y de alegría, y el único que puede llenar nuestras aspiraciones más profundas de ser felices. Si a veces nos hemos acercado a Él en la oración, así lo hemos experimentado. Jesús pide también esta alegría a sus seguidores: “Cuando ayunéis no pongáis cara triste…”. Francisco, en la Regla que escribe para regular la vida en comunidad de los hermanos, pide que no se muestren tristes sino alegres.
Esta alegría, ni en Francisco ni en Clara, no es una alegría improvisada o que surge de golpe y porrazo, es el resultado de caminar con el Señor y con los hermanos y hermanas, y fruto de un largo recorrido espiritual. Por ello esta alegría acaba manifestándose en el exterior.
En un mundo donde muchas veces a las personas les cuesta ser felices y sentirse a gusto con lo que hacen y lo que son, es necesario un testimonio de alegría que ayude a los demás a encontrar el gozo verdadero.

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