Así como el tiempo de
Cuaresma duró cuarenta días, el tiempo de Pascua se alarga cincuenta días, como
una invitación de la Iglesia a profundizar un poco más en la contemplación de
Jesús Resucitado. Como siempre, os invitamos a recorrer con nosotras estas
semanas, siguiendo el evangelio de cada domingo.
En este segundo domingo
de Pascua, el evangelio nos presenta a los discípulos reunidos, encerrados
porque tienen miedo, acaban de presenciar hace apenas dos días la terrible
muerte de su Maestro y Amigo, Jesús. Pero es él mismo quién viene a su
encuentro, traspasando todas las barreras, se les manifiesta Vivo y les hace el
don de su Paz y de su Espíritu, de su Vida para siempre. Pero Tomás “no estaba
con ellos” nos dice el texto. Se encontraba fuera de la comunidad y le
cuesta creer y aceptar que Jesús esté vivo, a pesar del testimonio de sus
compañeros.
Estar fuera del grupo, de
la comunidad, nos dificulta recorrer nuestro camino de seguimiento de Jesús. No
podemos vivir solos nuestra fe ni nuestra condición de creyentes, necesitamos
el apoyo, la ayuda y la orientación de los demás para crecer y avanzar en
nuestro camino. En caso contrario, nos encontraremos abrumados por las dudas,
por la incertidumbre, por la soledad...
Tomás, como nosotros, ha
de hacer todo un proceso para, finalmente, reconocer a Jesús como “Señor mío
y Dios mío”. Los compañeros, la comunidad, le han ayudado y él se ha dejado
conducir y orientar.
Intentemos también nosotros
vivir con los hermanos y hermanas nuestro seguimiento de Jesús compartiendo y
celebrando juntos nuestra fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario