Llegamos al tercer
domingo de Pascua. Como los dos domingos anteriores, el evangelio nos presenta a
Jesús con los discípulos manifestándose a ellos Vivo y Resucitado. A los
discípulos no les fue fácil reconocer a Jesús, y varias veces, como nos pasa a
nosotros, se vieron rodeados por las dudas, por el miedo y por la
incertidumbre. Pero Jesús los ofrece constantemente su Paz: “Paz a vosotros”,
que es como decir: os ofrezco mi consuelo, mi fuerza, mi alegría, mi amistad, mi
amor... y, en definitiva, mi presencia.
Jesús nos hace el don de
Él mismo, como el Amigo que nos acompaña en nuestra ruta y que siempre se
encuentra a nuestro lado para apoyarnos, fortalecernos, animarnos... a pesar de
que nos sentimos débiles y limitados.
Que, como los discípulos,
también nosotros sepamos acoger la Paz de Jesús, sepamos acogerlo a Él mismo en
lo más íntimo de nuestra persona y podamos con nuestra vida comunicarlo a los demás.
Con esta apertura, ¡sigamos viviendo la alegría de
la Pascua!
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