Después de habernos
dispuesto a celebrar la Eucaristía con la certeza de que Dios nos ofrece
siempre su perdón, nos adentramos en la primera parte de esta gran celebración:
la proclamación de la Palabra de Dios.
En esta primera parte de
la Eucaristía somos invitados a escuchar la Palabra que Dios dirige a cada uno
de nosotros, ahora y aquí. Una Palabra que proclamaremos de forma solemne y a
la cual tenemos que responder, no sólo con nuestros labios sino, y especialmente,
con nuestra vida.
Así, penetrando un poco más
en la celebración, veremos cómo se proclaman diferentes fragmentos de la
Sagrada Escritura: una primera lectura seguida de un salmo como respuesta a lo
que acabamos de escuchar, y un fragmento del evangelio donde contemplaremos a
la persona de Jesús. Los domingos, serán tres las lecturas que seremos
invitados a escuchar y a saborear.
Acercarnos a la mesa de
la Palabra no es escuchar lo que se lee con una actitud pasiva, sino un tomar
conciencia de que es el mismo Dios quién se dirige a nosotros, por medio de la
lectura proclamada por el lector, con la cual está interrogando nuestra persona
y nuestra misma vida. Por ello es tan importante prestar atención y poner todos
nuestros sentidos a captar -en esta primera parte de la celebración eucarística-
lo que el Señor nos está comunicando.
Intentemos tenerlo presente cada vez que participamos
en ella.
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