En pocas líneas es imposible poder reflejar todo lo que
representa el sacramento de la Confesión o Reconciliación, como también se
denomina y teniendo en cuenta, además, que es un sacramento que hoy está en
crisis y mucha gente cuestiona incluso su celebración. Intentaremos dar unas
pinceladas sobre el sentido de este sacramento en el cual celebramos el perdón
de Dios.
El sacramento de la Reconciliación tiene que ser, más que un
acto puntual, una actitud a lo largo de toda la vida. En nuestro andar hacia
Dios, sea cual sea el lugar donde nos encontremos, nos damos cuenta muchas
veces que no somos aquellas personas que Dios quiere que seamos. Ante esto, nos
preguntamos sinceramente y en verdad qué podemos hacer. Es por ello que nos acercamos
al sacramento, para recibir, una vez más, el perdón, la ternura y el amor de
Dios. La Reconciliación es un sacramento de gozo, de fuerza, de triunfo. Dios nos perdona de todo lo que hemos podido hacer mal o de todo lo que hemos dejado de hacer; nos crea de nuevo. Nos da una nueva fuerza para ser más firmes, más valientes, para ser lo que Dios quiere que seamos. La Reconciliacióin nos hace más conscientes hijos del Padre, más conscientes continuadores de Jesús y nos hace abrir a la fuerza y a la luz del Espíritu Santo. Quien perdona es Dios y es Él quien nos da la fuerza para seguir adelante. Acerquémonos a Él sin miedo porque salimos de este sacramento renovados a pesar de que nos cueste reconocer nuestras carencias y nuestras flaquezas. Lo que es importante, por más que aparentemente no lo veamos, es reforzar nuestros vínculos con el Señor y con todos los hermanos y hermanas que nos rodean.
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