lunes, 9 de julio de 2012

EL PADRE DE TODOS


La oración de Jesús empieza con una palabra entrañable, “Padre” que, quizás por demasiado oída, ha perdido la novedad y su auténtico significado en nuestra vida. Jesús, invitándonos a dirigirnos a Dios como Padre nos está invitando a tratar a Dios con intimidad, con confianza, con abandono confiado, con descanso, con familiaridad, con proximidad... El mismo Jesús denominaba Dios con un término que sólo usaban los niños: “Abbá”, es decir, papá, papá mío, papaíto, papá muy amado... Entre Jesús y el Padre hay una intimidad de relación intensa y cercana. Así quiere que lo tratemos también nosotros.
Como hijos e hijas del Padre, podemos contemplar a todos los demás hermanos y hermanas del mundo desde esta perspectiva y sin distinciones. Todos somos fruto de las manos creadoras del Padre y Él nos ha constituido hijos suyos. Desde esta certeza surge la siguiente afirmación del Padre nuestro: Dios no es Padre mío sino Padre nuestro. El hecho de sabernos y sentirnos hijos e hijas del Padre comporta sentirnos también hermanos y hermanas de todo el mundo.
Intentemos profundizar en estas dos palabras y miremos Dios y a los demás con la mirada de Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario