viernes, 8 de marzo de 2013

EL ABRAZO DEL PADRE


Llegamos al IV domingo de Cuaresma y el evangelio nos presenta un texto bellísimo del evangelista Lucas: la parábola del hijo pródigo. Una parábola que todos conocemos muy bien y que, precisamente por esto, tenemos que intentar leerla, escucharla y celebrarla con novedad, como si fuera la primera vez que lo hacemos, dejándonos sorprender por este texto.
Tres personajes: el hijo pequeño que huye de casa, malgasta todo lo que tiene y, cuando está muriendo de hambre y de miseria, decide volver a casa aunque sea para vivir como un jornalero de su padre. El hijo mayor que, a pesar de estar siempre en casa y junto a su padre, no ha sabido valorar lo que tiene y no ha disfrutado de su realidad, hasta el punto que ha llegado a endurecerse. Y el padre, la figura admirable del padre, que no se cansa de esperar, de amar, de ser paciente, de comprender... y de rodear, con un gran abrazo, tanto al hijo pequeño como al mayor. El hijo pequeño recibe el perdón, la comprensión, la alegría y la ternura del padre, que lo devuelve a su condición de hijo. El hijo mayor, por su parte, es invitado a acoger su hermano, a adoptar las actitudes que el mismo padre ha tenido hacia él, y a abrir su corazón al hermano que ha sido reencontrado.
En este domingo de Cuaresma, hagamos nuestras las actitudes del padre de la parábola, que no son otras que las actitudes del mismo Dios, y dejémonos rodear también por su abrazo tierno y amoroso.

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