Después del paréntesis de
todo el tiempo de Adviento y de Navidad, volvemos a continuar nuestro recorrido
paso a paso por la celebración de la Eucaristía. Hoy empezaremos la segunda
parte de esta celebración: la liturgia eucarística. Intentemos adentrarnos en
ella.
Una vez terminada la
liturgia de la Palabra, se prepara el altar para la segunda parte de la
celebración. Encima del altar, que hasta ahora ha estado vacío, se coloca todo lo necesario para proseguir con
la Eucaristía y, a continuación, el sacerdote hace la presentación del pan y
del vino. Por medio de unas breves palabras -que son pronunciadas en secreto-
agradece a Dios el don de estos frutos de la tierra y pide que sean para todos
quienes participamos en la celebración un alimento diferente, que no sea sólo
un sustento para el cuerpo sino pan de vida y, el vino, una bebida
espiritual.
Con la presentación del pan y del vino, se nos ayuda a entrar de pleno en la segunda parte de la celebración de la Eucaristía. No somos unos simples espectadores de lo que acontece en el altar sino que, junto con el sacerdote que preside, participamos activamente en la celebración; por eso hace falta que estemos atentos a todos sus gestos y palabras. Presentando el pan y el vino, también nos “presentamos” a Dios nosotros mismos y ponemos en sus manos toda nuestra vida y nuestra persona.
Con la presentación del pan y del vino, se nos ayuda a entrar de pleno en la segunda parte de la celebración de la Eucaristía. No somos unos simples espectadores de lo que acontece en el altar sino que, junto con el sacerdote que preside, participamos activamente en la celebración; por eso hace falta que estemos atentos a todos sus gestos y palabras. Presentando el pan y el vino, también nos “presentamos” a Dios nosotros mismos y ponemos en sus manos toda nuestra vida y nuestra persona.