
Después de este paréntesis del tiempo de Adviento y de Navidad, volvemos a retomar el tema de la oración. Ya habíamos visto unos cuantos aspectos. Hoy nos fijaremos en una serie de actitudes que tendríamos que ir incorporando a nuestra oración personal. No son ideas abstractas sino actitudes personales en nuestro trato con el Señor. Hoy veremos dos que nos podemos ayudar en el momento de ponernos a la presencia de Dios para tener un rato de trato don Él.
- Sencillez y transparencia: debo presentarme delante de Dios tal y como soy, con mi deseo de crecer y de ser mejor, y también con mis debilidades y mis flaquezas. Él me conoce mejor que yo mismo y me acoge, me ama, me alienta a seguir adelante y me ofrece su ayuda. Si me pongo en su presencia con toda sinceridad y transparencia, por más débil que sea, Él me hará notar su Paz y su Amor.
- Confianza: en la oración me encuentro con Dios que me ama como nadie, que me comprende, me perdona, me anima, me ofrece su gozo y su paz, quiere ser el gran Compañero de camino... Por tanto, puedo ir a Él confiadamente, puedo abandonarme con toda seguridad y confianza en sus manos porque Él es Amor y sólo quiere mi bien y mi crecimiento.
Con esta certeza y con esta seguridad puedo ponerme bajo la mirada de Dios, puedo estar en su presencia escuchando y reflexionando su Palabra sabiendo que soy acogido y comprendido tal y como soy, con todo el que en aquel momento concreto estoy viviendo.
Intentemos hacer nuestras estas actitudes si queremos disfrutar de la presencia de Dios en nuestra vida.
- Sencillez y transparencia: debo presentarme delante de Dios tal y como soy, con mi deseo de crecer y de ser mejor, y también con mis debilidades y mis flaquezas. Él me conoce mejor que yo mismo y me acoge, me ama, me alienta a seguir adelante y me ofrece su ayuda. Si me pongo en su presencia con toda sinceridad y transparencia, por más débil que sea, Él me hará notar su Paz y su Amor.
- Confianza: en la oración me encuentro con Dios que me ama como nadie, que me comprende, me perdona, me anima, me ofrece su gozo y su paz, quiere ser el gran Compañero de camino... Por tanto, puedo ir a Él confiadamente, puedo abandonarme con toda seguridad y confianza en sus manos porque Él es Amor y sólo quiere mi bien y mi crecimiento.
Con esta certeza y con esta seguridad puedo ponerme bajo la mirada de Dios, puedo estar en su presencia escuchando y reflexionando su Palabra sabiendo que soy acogido y comprendido tal y como soy, con todo el que en aquel momento concreto estoy viviendo.
Intentemos hacer nuestras estas actitudes si queremos disfrutar de la presencia de Dios en nuestra vida.