Llegamos al domingo de la Ascensión del Señor y nos encontramos, por tanto, hacia el final del tiempo pascual. La fe en Jesús resucitado, la convicción de que está Vivo y de que está con nosotros, tendría que acompañarnos a lo largo de todo el año.
En este domingo de la Ascensión, el evangelio nos presenta a Jesús “despidiéndose” de sus discípulos. No es que Jesús los deje, es que de ahora en adelante lo captarán de otra forma, con los ojos de la fe.
Jesús dice a los discípulos que les enviará “lo que ha prometido mi Padre”. Lo que el Padre ha prometido, como sabemos, es el Espíritu Santo. Si hasta ahora Jesús había estado a su lado, caminando con ellos, enseñándoles, ayudándoles, alentándoles... de ahora en adelante el Maestro, el Compañero, el Amigo, la Ayuda será el Espíritu Santo.
Será el mismo Espíritu quien permitirá a los discípulos –y a cada uno de nosotros- captar a Jesús Vivo, presente en medio de ellos.
Será también el mismo Espíritu quien les dará la fuerza y el impulso, la alegría de ser testigos de Jesús, anunciando a todo el mundo como nos amó, cómo murió y ahora permanece Vivo.
El Espíritu Santo, el don prometido por el Padre, era para los discípulos, es para nosotros y para todos aquellos que creerán en Jesús y querrán seguirlo. Por lo tanto, hace falta que haya en todos nosotros apertura y docilidad al Espíritu Santo; que él pueda obrar en nuestra persona maravillas como las obró en la primera comunidad cristiana y como ha obrado en tantas y tantas personas a lo largo de la historia.
Disfrutemos de estos últimos días del tiempo de Pascua para que este gozo siga vivo en nosotros siempre.
En este domingo de la Ascensión, el evangelio nos presenta a Jesús “despidiéndose” de sus discípulos. No es que Jesús los deje, es que de ahora en adelante lo captarán de otra forma, con los ojos de la fe.
Jesús dice a los discípulos que les enviará “lo que ha prometido mi Padre”. Lo que el Padre ha prometido, como sabemos, es el Espíritu Santo. Si hasta ahora Jesús había estado a su lado, caminando con ellos, enseñándoles, ayudándoles, alentándoles... de ahora en adelante el Maestro, el Compañero, el Amigo, la Ayuda será el Espíritu Santo.
Será el mismo Espíritu quien permitirá a los discípulos –y a cada uno de nosotros- captar a Jesús Vivo, presente en medio de ellos.
Será también el mismo Espíritu quien les dará la fuerza y el impulso, la alegría de ser testigos de Jesús, anunciando a todo el mundo como nos amó, cómo murió y ahora permanece Vivo.
El Espíritu Santo, el don prometido por el Padre, era para los discípulos, es para nosotros y para todos aquellos que creerán en Jesús y querrán seguirlo. Por lo tanto, hace falta que haya en todos nosotros apertura y docilidad al Espíritu Santo; que él pueda obrar en nuestra persona maravillas como las obró en la primera comunidad cristiana y como ha obrado en tantas y tantas personas a lo largo de la historia.
Disfrutemos de estos últimos días del tiempo de Pascua para que este gozo siga vivo en nosotros siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario