El pasado domingo,
el texto del evangelio nos situaba en el desierto, este domingo nos sitúa en una
montaña. Como el desierto, también la montaña es lugar de encuentro con Dios. La
montaña nos sugiere soledad, silencio, paz, esfuerzo, tranquilidad, serenidad…
Unos días antes de
su Pasión y muerte, Jesús lleva a los discípulos a orar en la cima de una
montaña y les deja entrever algo de su persona. Es la última etapa de camino
antes de llegar al Calvario y Jesús quiere infundir ánimo y esperanza a quienes
lo siguen hace tiempo de una forma incondicional. Los discípulos, en la cima de
la montaña, reciben una invitación y un compromiso: “Este es mi hijo, el escogido, escuchadle·.
Nosotros podemos
situarnos, en este domingo, en el lugar de estos tres discípulos; también somos
invitados a escuchar a Jesús, a estar atentos a su Palabra, reflexionándola y
haciéndola oración. De esta forma, como Pedro, Jaime y Juan, podremos
acercarnos de una manera más íntima, personal y única a la persona de Jesús y
darlo a conocer a los demás con nuestra vida.
Sigamos el camino cuaresmal con esta actitud de silencio y de escucha.
Sigamos el camino cuaresmal con esta actitud de silencio y de escucha.
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