sábado, 18 de junio de 2011

NUESTRO DÍA


Desde hace muchos años, la Iglesia dedica el domingo de la Trinidad, el domingo después de Pentecostés, a los religiosos y religiosas dedicados a la vida contemplativa. Y, realmente, este domingo es un día para contemplar.
Para contemplar el amor y la ternura del Padre, que nos ama infinitamente, por encima de todas nuestras esperanzas y expectativas, con un amor grande e inmenso al cual, poco a poco, nos tenemos que ir abriendo y acogiendo en nosotros. Para contemplar a Jesucristo, el hermano mayor y el compañero de camino que nos invita a seguirlo y a vivir con sus actitudes y sentimientos. Que nos ayuda a descubrir este amor del Padre y a lanzarnos en sus brazos con confianza y sin temor.
Para contemplar a la persona del Espíritu Santo que es nuestra fuerza y nuestro consuelo, nuestra ayuda y nuestra defensa, nuestra compañía y nuestro guía.

Los hermanos y hermanas que estamos dedicados por todas las partes del mundo a la vida contemplativa, a pesar de los diferentes estilos y maneras de vivirlo, tenemos la misión de ser alabanza de la Trinidad, de vivir con una dedicación y apertura al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Os invitamos, en este domingo tan especial para nosotras, a unirnos a nuestro gozo para poder celebrar, un año más, junto con toda la Iglesia universal, este gran don.

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