El evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma nos presenta la curación del ciego de nacimiento. Este relato es el relato de muchos momentos de nuestra propia historia. Cuántas veces, como el ciego, Jesús ha iluminado nuestra persona y nuestra vida cuando andábamos en la duda, en la desorientación, en la oscuridad... Y con su luz volvió a nosotros la alegría y la paz. Nos hace falta tener siempre la actitud del ciego –de apertura, de humildad, de docilidad-, con el fin de que el Señor pueda seguir iluminándonos. Jesús pide al ciego: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?”. Dejemos que en el silencio también nos lo pida a cada uno de nosotros: “¿Crees en Mí?”. La respuesta del ciego es humilde, sincera, desde lo más íntimo de su ser: “Creo, Señor”. Que nuestra respuesta, como la del ciego, nazca desde lo más profundo de nosotros; que le digamos con el corazón y la vida: “Creo, en Ti, Señor”. Y el ciego “se postró ante Él”. Ante las obras del Dios, ante sus dones, su amor, su bondad... reconozcámoslo, démosle gracias, amémoslo, entreguémonos dichosa y confiadamente a Él. Con estos sentimientos y actitudes sigamos nuestra ruta cuaresmal en estos días que faltan para llegar a la fiesta gozosa de Pascua.
Actitud oberta + Humilitat + Sinceritat = CREC EN TU, SENYOR!
ResponderEliminarGràcies per aquestes paraules que apropen la Paraula al nostre cor.
Una forta abraçada.
Xavi Canudas.