sábado, 8 de febrero de 2014

HIJOS E HIJAS DE DIOS



Después de haber dejado muy atrás el tiempo de Adviento y de Navidad, a lo largo de los cuales hemos ido caminando siguiendo el evangelio de cada domingo, empezamos una serie de nuevas entradas en nuestro blog. A partir de esta semana intentaremos profundizar en los Sacramentos. De una manera sencilla nos acercaremos a cada uno de estos signos, que actualizan y hacen visible la acción de Dios en nosotros y nos fortalecen en nuestra fe.

Empezamos con el sacramento del Bautismo, que es el que nos introduce en la vida de la fe y del seguimiento de Jesucristo. De hecho, la mayoría de los creyentes no recordamos cuando fuimos bautizados, no éramos conscientes de ello. Lo hemos ido descubriendo después, poco a poco; ir profundizando en el bautismo es un trabajo de toda la vida. Vivir el compromiso del bautismo es la gran vocación a la cual estamos llamados todos los bautizados.
En primer lugar, el bautismo nos hace hijos e hijas de Dios. Nuestro modelo es la persona de Jesús, y nos puede ayudar el hecho de preguntarnos cómo vivía Él su relación con el Padre. Jesús pasaba horas de intimidad con el Padre, se relacionaba con él con sencillez y con proximidad, y nos enseña a nosotros a relacionarnos con él. El Padre era el centro del mensaje de Jesús.
También nosotros, hechos hijos de Dios por bautismo, tenemos que adentrarnos en el amor y la ternura del Padre y llegar a la convicción firme de que nos ama infinitamente. Cómo Jesús, tenemos que tener la firme certeza de que nos encontramos en las manos del Padre, que siempre nos está ofreciendo su amor, su comprensión, su ternura, su perdón, su seguridad... y, como consecuencia, tratar a los demás como hermanos y hermanas nuestros. Este es el primer compromiso como bautizados, que podemos vivir fijando nuestros ojos en Jesús.

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