Damos un paso más en la oración del Padre nuestro,
nos encontramos con la siguiente petición: “Y
perdona nuestras ofensas así como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden”.
El perdón es una necesidad en nuestra vida. Cuando a
veces hemos ofendido o molestado a los demás, no descansamos hasta que nos
hemos reconciliado y la otra persona nos ha ofrecido su perdón. Así, también
necesitamos el perdón de Dios para poder crecer en libertad. Hemos estado
creados por Dios para vivir como hijos suyos y hermanos los unos de los otros,
y también para mejorar el mundo donde vivimos. Muchas veces no vivimos así, no
vivimos ni como hijos ni como hermanos. Ciertamente que Dios siempre nos perdona
y no está condicionado a nuestras actitudes y sentimientos, pero el hecho que
nosotros perdonemos nos prepara y dispone a acoger el perdón de Dios y el de
los demás, así como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden”.
El perdón ha de ser una actitud constante en nuestra
vida, hemos de ser capaces de ofrecer perdón y también de recibirlo. Es fácil
que en el día a día fallemos, nos hiramos, hagamos daño… y también nos lo harán
a nosotros. Por eso, nuestro corazón ha de estar abierto a esta necesidad de
perdonar que, en realidad, procede del mismo Dios.
Que sepamos tener la facilidad de perdonar a pesar
de todo y que también nos perdonemos a nosotros mismos nuestros fallos y debilidades
ya que es el mismo Dios el primero en hacerlo.
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