En el segundo domingo de Cuaresma, la Iglesia siempre nos invita a escuchar, reflexionar y contemplar el evangelio de la Transfiguración. Unos días antes de su Pasión y su muerte, Jesús, con tres discípulos, “subió con ellos solos a una montaña alta”. Es solamente desde el silencio, de la ausencia de ruido exterior e interior, de la escucha y de la reflexión serena y tranquila que podemos captar algún de los aspectos de la persona de Jesús, por esto se los lleva solos a una montaña alta con el fin de manifestarse de otra manera, de una forma que no conocían.
En Jesús siempre podemos ir descubriendo mucho más de lo que sabemos y conocemos. Tratándolo y escuchándolo por medio del evangelio, cada vez iremos profundizando en su persona de una manera nueva y desconocida. El Padre mismo nos lo dice y nos invita: “Este es mi Hijo amado; escuchadlo”.
Que estas semanas de Cuaresma nos ayuden a penetrar más en la persona de Jesús, a escucharlo y a dejar resonar su voz en lo más íntimo de nosotros mismos. Sigamos caminando con ilusión hacia la luz de la Pascua.
En Jesús siempre podemos ir descubriendo mucho más de lo que sabemos y conocemos. Tratándolo y escuchándolo por medio del evangelio, cada vez iremos profundizando en su persona de una manera nueva y desconocida. El Padre mismo nos lo dice y nos invita: “Este es mi Hijo amado; escuchadlo”.
Que estas semanas de Cuaresma nos ayuden a penetrar más en la persona de Jesús, a escucharlo y a dejar resonar su voz en lo más íntimo de nosotros mismos. Sigamos caminando con ilusión hacia la luz de la Pascua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario