Con el domingo de
Pentecostés llegamos al final del tiempo de Pascua. Durante cincuenta días
hemos intentado profundizar en la experiencia de Jesús Resucitado, Vivo para
siempre en medio de nosotros. El evangelio de cada domingo nos lo ha presentado
desde aspectos y matices diferentes, animándonos a reconocer a Jesús en los
demás, a experimentarlo como nuestro pastor, como aquel que está siempre a
nuestro lado para compartir el mismo camino y toda nuestra vida.
Hoy el evangelio
nos quiere hacer valorar y reconocer el don del Espíritu Santo a cada uno de
nosotros. No es fácil entender qué es el Espíritu Santo. Pero lo entenderemos
algo más si miramos como actúa en nosotros. El Espíritu es un regalo que Jesús
y el Padre nos hacen: “Recibid el
Espíritu Santo”. El Espíritu es para nosotros el compañero de
camino que nos orienta y nos ilumina en nuestra vida. El Espíritu es quien nos
guía, especialmente a través de la Palabra, en nuestro camino hacia Dios; es la
fuerza que nos empuja a superar los obstáculos por mantenernos fieles al
Evangelio; es quien hace renacer en nosotros la ilusión y el deseo de seguir a
Jesús cada día pese al desaliento o el cansancio; es quien nos ayuda a
perdonar, a servir, a amar a los demás; es quienes nos va iluminando a la persona
de Jesús y nos impulsa a darlo a conocer a nuestros hermanos. El Espíritu Santo
puede renovar y transformar profundamente nuestras vidas.
Por esto Jesús
dice a los discípulos y también a nosotros: “Recibid
el Espíritu Santo”: recibidlo, abríos a Él, acogedlo, sed dóciles a
su luz, dejaos conducir por Él…Desde aquí os deseamos un
alegre término del tiempo pascual y que el gozo de estos días se haga extensivo
a toda nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario