martes, 24 de julio de 2012

CERCANO A NOSOTROS


Hoy intentaremos adentrarnos un poco en la siguiente expresión de la oración del Padre nuestro: “que estás en el cielo”. ¿Qué nos evoca, en qué nos hace pensar la palabra “cielo”? ¿En un lugar ideal, en un lugar lejano, en un lugar inaccesible…?
En realidad, el cielo es Dios mismo; conocerlo, amarlo, tratarlo un rato cada día es estar viviendo, ya aquí, un poco en el cielo.
Cuando Jesús nos dice que nos dirijamos al Padre que está en el cielo nos está diciendo que el Padre es muy cercano a nosotros. Si Él mismo es el cielo, esto quiere decir que es nuestra máxima posesión. Él está en nosotros para ser nuestra paz, nuestro consuelo, nuestra seguridad, nuestra confianza, nuestra esperanza, nuestra realización, nuestra plenitud...
No debemos buscar a Dios en la lejanía, lo debemos encontrar dentro de nosotros mismos porque Dios “está aquí”, a nuestro lado, próximo a cada persona. Sólo hace falta que tengamos la voluntad de encontrarlo, en nosotros y en los demás, que entremos un poco en nuestro interior donde Él está esperando ser encontrado y escuchado. Entonces podrá brotar de nuestro corazón esta exclamación: “Padre nuestro que estás en el cielo, que estás AQUÍ!”

lunes, 9 de julio de 2012

EL PADRE DE TODOS


La oración de Jesús empieza con una palabra entrañable, “Padre” que, quizás por demasiado oída, ha perdido la novedad y su auténtico significado en nuestra vida. Jesús, invitándonos a dirigirnos a Dios como Padre nos está invitando a tratar a Dios con intimidad, con confianza, con abandono confiado, con descanso, con familiaridad, con proximidad... El mismo Jesús denominaba Dios con un término que sólo usaban los niños: “Abbá”, es decir, papá, papá mío, papaíto, papá muy amado... Entre Jesús y el Padre hay una intimidad de relación intensa y cercana. Así quiere que lo tratemos también nosotros.
Como hijos e hijas del Padre, podemos contemplar a todos los demás hermanos y hermanas del mundo desde esta perspectiva y sin distinciones. Todos somos fruto de las manos creadoras del Padre y Él nos ha constituido hijos suyos. Desde esta certeza surge la siguiente afirmación del Padre nuestro: Dios no es Padre mío sino Padre nuestro. El hecho de sabernos y sentirnos hijos e hijas del Padre comporta sentirnos también hermanos y hermanas de todo el mundo.
Intentemos profundizar en estas dos palabras y miremos Dios y a los demás con la mirada de Jesús.