Estamos a punto de terminar este tiempo de Adviento que,
poco a poco, va dejando paso a la Navidad. A lo largo de todos estos días hemos
intentado mantener una actitud de vigilia, de apertura a los caminos y a la
acción del Señor. Ante nuestros ojos hemos tenido a la figura de Maria, la
madre de Jesús, su entrega y su docilidad, su “sí” comprometido y generoso.
Todo esto nos tiene que ayudar a vivir la Navidad como un tiempo privilegiado, que nos hará más conscientes de que Dios se ha hecho tan próximo a nosotros que ha llegado a compartir nuestra misma condición humana. Navidad no es sólo un recuerdo o un sentimiento sino que es la contemplación del Misterio de esta proximidad de Dios, de su amor, bondad y ternura.
Todo esto nos tiene que ayudar a vivir la Navidad como un tiempo privilegiado, que nos hará más conscientes de que Dios se ha hecho tan próximo a nosotros que ha llegado a compartir nuestra misma condición humana. Navidad no es sólo un recuerdo o un sentimiento sino que es la contemplación del Misterio de esta proximidad de Dios, de su amor, bondad y ternura.
Estas días de Navidad, cuando escuchemos, leamos o
reflexionemos las palabras del evangelio, nos daremos cuenta de que este Jesús que
ahora vemos como un niño débil y limitado es Jesucristo que nos habla cada día
por la vía de la Palabra, que viene a nosotros en la Eucaristía, que se nos acerca
en la persona de los hermanos y de las hermanas. Es Jesucristo que ha querido
hacerse igual que nosotros para poder vivir en su misma persona nuestras
limitaciones, debilidades, sentimientos... Y que permanece para siempre presente
en nuestras vidas, en lo más íntimo de cada uno de nosotros.
Que estos días nos ayuden a vivir con más intensidad
este gran Misterio y el don inmenso que Dios nos ha hecho con su Hijo
Jesucristo.
Desde aquí, una
gozosa Navidad a todos los que nos seguís a través de estas sencillas páginas.
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