viernes, 27 de marzo de 2015

LA GRAN SEMANA



Hemos llegado a la última etapa de nuestro camino cuaresmal; nos encontramos ya en las puertas de la Semana Santa. En esta semana se nos invita a adentrarnos todavía más en la contemplación del Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesucristo.
El domingo de Ramos nos abre a la vivencia de este Misterio, pero será a partir de la tarde del Jueves Santo que la Iglesia nos ayudará a vivirlo mucho más intensamente.
Todos estos días podremos fijar nuestra mirada en la persona de Jesús abandonado en las manos del Padre en confianza plena y amando hasta el extremo. Contemplemos la Cruz de Jesús en silencio, dejándonos interrogar en lo más íntimo de nosotros mismos.
Que esta gran semana, que culminará en la celebración gozosa y radiante de la Pascua, nos ayude a vivirla con alegría verdadera, la alegría que nace de la presencia de Jesucristo siempre vivo entre nosotros.

viernes, 20 de marzo de 2015

SI EL GRANO DE TRIGO...



Llegamos al quinto domingo de Cuaresma, casi al final de nuestro trayecto para llegar a la Pascua. El evangelio empieza interpelándonos en lo más profundo de nosotros mismos: “Quisiéramos ver a Jesús”. Este es el deseo inscrito en el interior de cada persona, aunque muchas veces sin saberlo: “ver”, es decir, descubrir, conocer, amar, seguir... a Jesús.
Jesús invita a seguirlo con todas las consecuencias: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Si de verdad queremos vivir la vida de Jesús, sea donde sea el lugar en que nos encontremos, hemos de estar dispuestos a entregarnos, a dar todo lo que tenemos de nosotros mismos y a ponerlo a disposición de los demás; hemos de servir al estilo de Jesús, abriéndonos a Él y a todas las personas que nos necesitan.
Cada uno de nosotros podemos ser este grano de trigo que, como Jesús, se da con generosidad y disponibilidad.
Con estas actitudes, acabemos de recorrer los últimos días de Cuaresma, dispuestos a celebrar con gozo la Pascua, ya tan cercana.

viernes, 13 de marzo de 2015

EL DON DEL HIJO



Vamos recorriendo el camino de la Cuaresma y nos encontramos ya en el cuarto domingo, cada vez más cerca de la Pascua. El evangelio de este día nos hace fijar la mirada en la entrega que el Padre nos ha hecho, y nos sigue haciendo, de su Hijo Jesucristo:“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”.
Dándonos a su Hijo, se nos da la VIDA, disfrutamos ya desde ahora de la presencia de Dios, de su amor, de su ternura, de su amistad, de su consuelo, de su ayuda... Disfrutar de los dones de Dios depende de nosotros; Él se nos entrega sin medida hasta darse Él mismo pero nosotros tenemos que estar abiertos y receptivos por acoger esta vida y esta luz. Entonces, ninguna oscuridad, ninguna duda, ninguna incertidumbre... nos podrá hacer tambalear si tenemos la seguridad, y lo hemos experimentado, que Dios está con nosotros y que, con Jesús, nos lo ha dado realmente TODO.
Con este ánimo, sigamos adelante hacia la próxima Pascua.

viernes, 6 de marzo de 2015

NUESTRO TEMPLO



Hemos llegado al tercer domingo de Cuaresma. En este día, el evangelio nos pone ante los ojos una escena que nos puede desconcertar: Jesús echa del templo a los mercaderes.
Jesús, por medio de un gesto profético, nos quiere decir que el templo no es solamente un edificio y un conjunto de piedras colocadas artísticamente. El templo es mucho más que esto: es un lugar de encuentro con Dios, un espacio de relación con Él, un lugar de oración y de escucha de su Palabra. Por eso no se puede banalizar, no se  puede hacer un uso cualquiera. Movido por esta convicción, Jesús expulsa a todos aquellos que están haciendo de la relación con Dios un negocio y, con su actitud, empujan a otras personas a alejarse de Él.
Y Jesús va todavía mucho más allá: el auténtico templo somos cada uno de nosotros; toda persona es un templo del mismo Dios. Es cierto que el templo, como edificio, tiene que ser respetado, valorado, tratado como tal, pero mucho más todavía la persona de cada uno de los hermanos y hermanas que son el lugar privilegiado donde Dios habita.
Si cuidamos cura del templo como lugar de relación con Dios, ¡como no  tenemos que cuidar de nosotros mismos y de cada una de las personas que tratamos en nuestra vida!
Que la conciencia que Dios habita realmente en nosotros y en los demás nos acompañe en el recorrido de este camino que nos lleva hacia la Pascua.