sábado, 13 de septiembre de 2014

EXPLICAR LA PALABRA



A veces, cuando escuchamos la Palabra, por nosotros mismos no la podemos entender del todo. Normalmente nos encontramos con textos que han sido escritos hace más de dos mil años o muchos más si pertenecen al Antiguo Testamento, y la lectura no es fácil para nosotros. A pesar de todo, tenemos que tener presente que las lecturas que acabamos de escuchar en la celebración de la Eucaristía son Palabra de Dios y, por lo tanto, una Palabra dirigida a cada uno de nosotros, ahora y aquí, para que nos pueda ayudar a crecer en nuestra fe y a iluminar nuestra vida. Por eso, al terminar cada lectura, quien ha leído dice de forma solemne Palabra de Dios, porque seamos cada vez más conscientes de esta realidad. Y, como respuesta, nosotros decimos Te alabamos, Señor.
Así pues, después de haber escuchado las lecturas y la proclamación del evangelio, el sacerdote hace la homilía, un comentario de la Palabra proclamada para que todos la puedan entender y profundizar. Esta explicación, que tiene que estar centrada siempre en las lecturas, es realmente el momento menos importante de la celebración pero, por otro lado, es una herramienta fundamental que el sacerdote tiene en sus manos para poder ayudar a los fieles a penetrar en la Palabra de Dios, a hacer posible que sea comprendida por todos. Con este motivo, no tiene que ser una explicación excesivamente larga o con ideas complicadas, sino que tiene que ser una explicación sencilla y llana de lo que acabamos de escuchar con el fin de poder llevar el mensaje de la Palabra a nuestras vidas, y abrirnos a aquello que Dios nos está diciendo a cada uno de nosotros.