miércoles, 30 de julio de 2014

RECIBAMOS SU PERDÓN



Damos un paso más para ir profundizando en la celebración de la Eucaristía. Después del saludo inicial, en seguida nos encontramos con el acto penitencial. Por medio de él, el sacerdote invita a los fieles a pedir perdón a Dios de todas las cosas que, en un momento u otro, nos han apartado de Él y de los hermanos y hermanas. Por lo tanto, hay que despertar en nosotros el deseo de ser mejores, de ser más conscientes hijos e hijas de Dios, de ser más testigos de nuestra fe, de querer amar y servir mejor a los demás... En unos breves momentos de silencio, tenemos que intentar mirarnos con la mirada de Dios, que nos perdona y nos ama entrañablemente, a la vez que acogemos su perdón y despertamos en nosotros el deseo de querer agradarle más.
El sacerdote termina el acto penitencial con unas palabras llenas de fe y de confianza: “Que Dios omnipotente tenga piedad de nosotros, nos perdone los pecados y nos lleve a la vida eterna”. Con nuestro Amén tenemos que dar una respuesta vibrante y convencida de que el perdón de Dios se hace realidad y se hace presente en nuestra vida, y con la certeza de que, con su ayuda y su fuerza, podemos ser mejores.
Este acto sencillo, breve pero profundo, nos tiene que preparar para continuar con la celebración de la Eucaristía disponiéndonos a encontrarnos verdaderamente con el Señor Vivo.

sábado, 12 de julio de 2014

EL ALIMENTO DE NUESTRO CAMINO



Después de este largo paréntesis, que ha ido desde el comienzo de la Cuaresma hasta el final del tiempo Pascual, volvemos a retomar nuestro blog. En el mes de febrero habíamos empezado a publicar una serie de entradas sobre los sacramentos. Después de haber visto los sacramentos del Bautismo y de la Reconciliación, seguiremos adentrándonos en este tema intentando profundizar, a partir de ahora y poco a poco, en el sacramento de la Eucaristía. Paso a paso iremos penetrando en él para descubrir todo lo que Dios nos ofrece por medio del don que nos hace de Él mismo. Quedémonos hoy sólo en la introducción.


Cuando participamos en la Eucaristía, encontramos dos partes muy diferenciadas: la Palabra y la Eucaristía. Es el mismo Dios quién nos convoca a celebrar en comunidad, junto con todos los hermanos y hermanas, y nos llama a reunirnos de forma festiva y alegre en su banquete: nos invita a abrirnos a su Palabra y a alimentarnos de su misma persona. Por eso, un canto gozoso y alegre abre la celebración.

El sacerdote que preside saluda al pueblo reunido, expresando su deseo de que, a lo largo de la celebración, todos y cada uno de los fieles puedan experimentar en su vida la presencia de Dios: “El Señor esté con vosotros”. Con nuestra respuesta: “Y con tu espíritu”, expresamos el mismo deseo hacia el sacerdote que preside. Que todos, en la Eucaristía, lleguemos a captar y a vivir una experiencia auténtica de Dios en nuestra vida.