jueves, 23 de septiembre de 2010

LA LECTURA ORANTE


Con el fin de ir avanzando por el camino de la oración, debemos partir de nuestro convencimiento de que la oración es fundamental para vivir y crecer según los sentimientos de Jesucristo. También es importante saber usar la forma adecuada, conforme al día y a nuestro estado de ánimo. Iremos presentando algunos aspectos para que cada uno los pueda tener en cuenta para encontrarse con el Señor. Hoy presentaremos la lectura orante.
En primer lugar hace falta tomar una postura exterior en la cual nos encontremos a gusto y una actitud interior de silencio, de oración, de serenidad, de profundidad personal.
La lectura orante consiste en coger un texto de la Biblia (un salmo, un fragmento del evangelio...) e, intentando dejar el mundo exterior, nuestras preocupaciones e inquietudes, conscientes de que nos encontramos delante de la presencia de Dios, empezar a leer, despacio, el texto que hemos escogido. Al leerlo, intentemos vivenciar lo que estamos leyendo, asumirlo, decirlo por dentro con "toda el alma", haciendo nuestras las ideas leídas identificándonos con el contenido o significado de las frases.
Si nos encontramos con una expresión que "nos dice mucho”, detengámonos allí mismo. Repitámosla muchas veces, uniéndonos por medio de la mencionada expresión con el Señor, hasta que su contenido inunde nuestra intimidad. Si no es así, continuemos pausadamente la lectura del texto que hemos escogido, asumiendo e interiorizando lo que leemos. Nos detenemos de vez en cuando. Si en algún momento nos parece que podemos abandonar la ayuda del texto, dejémoslo, y permitamos que Dios se manifieste en nuestro interior y nos siga hablando.
Esta modalidad de la lectura orante siempre resulta fácil y eficaz, y ayuda a dar los primeros pasos en el camino de la oración, o simplemente nos ayuda cuando estamos distraídos o inquietos por la agitación y las múltiples preocupaciones de la vida.
Hace falta dedicar a esta lectura un rato diario para que nos ayude a sosegarnos y a encontrarnos auténticamente con Dios.

martes, 7 de septiembre de 2010

EL SILENCIO

En estas entradas dedicadas a la oración iremos tratando diferentes aspectos para que el tiempo que le podamos dedicar sea de verdad un auténtico y vivo encuentro con Dios.
No podemos ponernos a hacer oración sin una preparación previa. Uno de los primeros aspectos a tener en cuenta en el momento de querernos adentrar en la oración es el silencio, tanto el silencio externo como el interno.
Cuando nos queremos poner a orar, es muy importante buscar un lugar donde nos encontremos a gusto y donde haya silencio. Puede ser una capilla, mi propia habitación, otro rincón de la casa, un espacio al aire libre... También debemos procurar encontrar una postura de nuestro cuerpo que sea cómoda. Es muy importante asegurar que haya silencio porque es muy difícil poder captar la voz de Dios en medio de ruidos, de barullos, de palabrería. Cuando tenemos ganas de hablar con un amigo en un clima de confianza, buscamos que nada ni nadie nos estorbe. Del mismo modo, hace falta que haya silencio en nuestro entorno para poder encontrarnos con Dios y escuchar su Palabra.
Un a vez conseguido esto, hace falta tener en cuenta el silencio interno. El silencio interno consiste en hacer silencio dentro de nosotros mismos, en dejar de lado todas aquellas voces interiores (proyectos, preocupaciones, recuerdos...) con el fin de poner toda nuestra atención en escuchar qué nos dice Dios a través de su Palabra. No se trata tanto de luchar contra todo aquello que venga a nuestra mente sino de dejarlo de lado (ya nos ocuparemos de ello en otro momento) y poner todo el acento a dejar resonar en nuestro interior aquellas palabras del Evangelio o de un salmo que hemos escogido para poder escuchar la voz de Dios.
No nos desanimemos si muchas veces no conseguimos hacer silencio dentro de nosotros en el momento de la oración. No es fácil, pero Dios acoge nuestro esfuerzo y se complace cuando lo buscamos. Debemos ser constantes, que Él siempre se deja encontrar.